Capitulo 1: Pasos de desconfianza.
Tres golpes a la puerta de la habitación de Leipei. Sin
respuesta. Otro intento fallido, era el quinto de esta mañana. ¿Dónde estará?
Eso se preguntaba Meira, en el pasillo de la residencia de la escuela. Lazzo se
acercó. Era el día del cumpleaños de Leipei y esta no se aparecía ni a las once
de la mañana. Demasiado extraño. Ella solía madrugar a las cinco de la
madrugada y se pasaba la mañana escribiendo en un bloc de notas. ¿Qué escribía?
Nadie sabe.
Xeiyo llegó. Estaba ansioso de ir a la reunión de
estudiantes. No sabía ninguno de ellos la razón pero deseaban saberlo.
— ¿Dónde se ha metido? — Lazzo preguntó con algo de
seriedad. Ya eran casi las doce. La hora de la reunión. —Leipei, ¡sal o
derribamos la puerta!
—En serio, ¿Vais a derribar algo que es de la escuela?
Adonde vais a parar…—Era Dynamite, la ex mejor terrorista del mundo. Dejó su
vicio a destrozar ciudades por solo diversión a ser profesora en World’s
Defenders School—Iros a la reunión o exploto la puerta de vuestras habitaciones
con vuestras pertenencias.
Siempre usaba esa amenaza, y un día lo hizo. Un alumno algo
macarra gritó a Dynamite llamándola Tontorrista
de forma de burla. Todos pudieron ver como explotó la habitación del chico.
Dynamite era una mujer algo seria y muy borde. La gente le reconocía por su
peinado de un lado corto y otro largo. Además, poseía un parche en un ojo,
razón: Cuando era pequeña una bomba explotó y perdió un ojo en el impacto.
Lazzo se largó con un ‘Che palle!’ quejándose de la
situación. Meira estaba muy dudosa, ¿Y si explota la puerta? Se tuvo que ir, no
quería acabar perdiendo su habitación por desobedecer a Dynamite. Xeiyo se fue
en un silencio algo molesto, no quería
problemas con sus maestros. Pero desconfiaba dejar a Leipei sola con una
antigua terrorista que causó el mayor temor de Nueva York y Paris.
Se dirigieron al gimnasio, el mejor lugar para clases de
educación física y otras aptitudes deportivas o de pelea. Se sentaron en las
sillas libres, el único problema es que estaban dispersas, ¡Qué mala suerte! Si
hubiese salido Leipei de su habitación…
El director, Paolo Da
Firence, italiano al igual que Lazzo
pero proveniente de Florencia, se acercó al micrófono algo preocupado. No hubo
ninguna broma o esa típica frase hecha antes de su discurso… ¿Qué había pasado?
Su rostro estaba serio, indiferente, triste. Algo malo.
—Bueno, siento esta sorpresa de llamar a reunión a todos los
estudiantes pero tengo malas noticias. La II Guerra de los Cielos ha empezado.
—Murmullos cubrían toda la zona. ¿Se acabó la paz? ¿Se acabó la felicidad? —Un
grupo de Celestis ha atacado a la base secreta de Corea del Sur, Justo cuando Kan Li Yoon ha sido
atacado. Esto es un aviso. Estamos en
guerra. Se acaban las clases, ahora tendréis que saltar a la batalla y proteger
a vuestras familias de esos seres extraterrestres que planean destruir el
universo. Nadie les parará si no lo hacemos nosotros. Todas las escuelas con
este fin, defender el mundo de los extraterrestres, se verán involucradas a
revisión. Razones no sobran pero al parecer solo los alumnos y el equipo
docente conocen las bases secretas. Puede haber un espía entre nosotros.
—‘Puede haber un espía entre nosotros.’ Eso resonó en la sala hasta que
Dynamite apareció corriendo hacia la sala. Su rostro demostraba preocupación,
¿Y Leipei? ¿Qué demonios?
—Señor Da Firence, ya
sabemos quien ha sido el espía. — ‘¡No!’ estaban a punto de gritar Lazzo, Meira
y Xeiyo. Solo se levantaron para oír mejor debía ser una equivocación. Era
imposible. —Al parecer la estudiante Leipei estuvo espiando a la academia, peor
,a los humanos como nosotros. — Lo imposible e impensable sucedió. Leipei era
como una chica normal y corriente… ¿Cómo pudo?
No, más bien se preguntarían: ¿Por qué lo hizo?
—Imposible, ella no haría eso. — Lazzo trató de defender a
su ausente compañera. “¡Esa maldita terrorista! ¿Cómo pudo decir eso de Leipei?
“— Lei no haría nunca algo así. ¡Ella siempre ha estado con nosotros!
— ¡Si! No puede haber sido ella. — Meira trató de apoyarlo.
No lo veía. No veía a su mejor amiga como una traidora y de paso espía. Miró a
Xeiyo algo preocupada, debería decir algo también.
—Lo siento pero, encontré esta nota en su escritorio.
Además ha huido. —Mostró una nota donde se podía leer fácilmente “Lo siento,
olvídenme” ¿En serio? Leipei había
traicionado a sus amigos, a sus maestros, a su mundo… —Además encontré esto…
Son escrituras en Celeto, el idioma antiguo de los Celestis.
Una hoja llena de escrituras, llena de letras no
pertenecientes a ninguna parte de la tierra. Celeto, un idioma en clave.
Antigua forma de comunicarse los Celestis. Algo que pocos humanos eran capaces
de descifrar. ¿En verdad era una espía? El director miró de forma más
amenazante a sus alumnos, estaba muy decepcionado.
—Se revisarán todas las habitaciones por si hay algún
traidor más. Mientras tanto, tomen armas, siento decirlo pero…—Xeiyo y
compañía estaban muy preocupados, ya lo
presentían. Tendrían que buscarla y matarla. —Tendréis que buscar y matar a
vuestra compañera, sin más dilación. ¡Salgan!
Grupos de alumnos salían disparados a las afueras de la escuela. Las afueras eran
un bosque. Grande y fácil de perderse. Era un gran escondite para formar a la
élite de su defensa. Meira se acercó a Lazzo, quien tenía más cerca, Xeiyo se
trató de acercar… ¿En serio tendrían que matar a su amiga?
Una mirada de complicidad entre los tres ya denotaba su
propuesta: Ir a preguntarla sobre la certeza de la acusación. ¿En serio era una
espía? ¿En verdad tendrían que ir a por ella? ¡¿Por qué?! Porque los había
traicionado.
En cambio, a varios metros de allí, la joven descansó un poco de escapar. "¿Me habrán descubierto?" Pensó cuando trató de escapar. Se puso a revisar su bolsa. Informes, notas, libros y una foto. Una fotografía de ella junto a sus amigos. Una la tristeza inundó sus verdosos ojos. Entocés empezó a escuchar ruidos de personas. "Al final si que me han descubierto". Revisó que sus coletas estuviesen bien.
—¡Por aquí, creo haber escuchado algo!—
—Mira que eres tonto, es una ardilla—
Leipei huía lo más rápido posible, pero necesitaba un escondite. Pensó. Recordó la foto de sus amigos y se acordó de un escondite cerca de un lago. Por esa zona era mejor esconderse. Solo lo conocían pocas personas. Se dirigió con el mayor sigilo hacia allí. No estaba segura de si ir. Tan solo deseaba llegar a casa.
Dynamite parecía echar una sonrisilla algo maliciosa. Se alejó de la sala
hasta la salida de la escuela. Siempre llevaba una bomba encima. Esa mujer se
puso sus lentes de aviador y se dirigió a la búsqueda. Pero no para matarla, si
no para interrogarla.
Adueñados del miedo de perder a su amiga, Xeiyo, Meira y Lazzo se fueron corriendo sin rumbo
hasta que Lazzo paró en seco.
—Chicos, esperad ¿Hacia dónde nos dirigimos? — Preguntó mientras comprobaba
el estado de su carcaj.— Leipei ha de saber donde huir y yo tengo una ligera
idea de eso…
— ¡La cueva del manantial! — Meira contestó de inmediato. Agarró la mano de
Lazzo y la de Xeiyo para dirigirse hacia allí.
Dynamite siempre sabía todo. Desde como desarmar a alguien hasta de hacer
una bomba con un cigarrillo. Por eso no iba a dejar que fuese incapaz de
encontrar a la joven. Por eso entre las hojas de los árboles se dispuso a
seguir a los amigos de la traidora.
Esto hizo que la mujer llegase hasta un antiguo lago. Hacía años que estaba
abandonado. Ella observó a lo lejos. Leipei. Estaba allí sentada en una roca
viendo como su pie se había herido. Parecía sentir dolor pero de forma extraña
se curó milagrosamente.
La chica se quitó las coletas para dejar su largo y rizado pelo. Suspiraba
mientras parecía coger un tipo de objeto parecido a una polvera. Lo abrió y un
holograma apareció. Sus amigos escondidos detrás de un montón de rocas podían escuchar de
maravilla la conversación.
—Hola hermanita, vas a llegar pronto a casa ¿o tengo que llevarte yo? —Bromeó
la persona del holograma. Poseía aspecto humano pero algo diferente, algo más
parecido a un reptil. Sus cabellos eran largos de tonos morados y recogidos por
una coleta con alguna trenza. Leipei soltó una risita. —Bueno, lucecita, espero
que no te cacen esos humanos. No quiero perder al único familiar vivo que
tengo.
—Tranquilo, llegaré a casa lo más pronto posible. Espero que madre esté muy
orgullosa de su hija…
—Si, eso espero. Hasta luego.
El holograma desapareció. Leipei sonrió de forma algo tímida. Cerró la
polvera y la guardó. Se puso a silbar una melodía un tanto parecida a la que se
ponía a recitar por la noche, pero era algo más vivaz, algo más cálida.
Hasta algún ave acudió y se posó en la mano de la joven. No parecía en nada
una amenaza. Más bien parecía un ángel.